En la madrugada del 31 de agosto de 1484 la ciudad de Alicante fue despertada por los cañonazos de algunos buques fondeados en nuestro puerto.
Sus disparos anunciaban que Santa María estaba en llamas.
Los alicantinos acudieron a salvar su iglesia más antigua, pero las llamas no facilitaban la tarea;
muchas horas habrían de pasar para que fuera extinguido el incendio.
El fuego se produjo por el descuido de un sacristán, que dejó una antorcha mal apagada después de que fuera administrada la comunión a un enfermo. El viento que penetraba por las ventanas del coro avivó las llamas, prendiéndose los manteles del altar. El fuego se transmitió al retablo, y de éste al resto del edificio.
Alcanzó tal temperatura el interior del templo que se fundió un candelabro de siete brazos que se encontraba en el presbiterio.
Cuando amaneció y las llamas empezaron a ceder, un sacerdote se abalanzó sobre los escombros y rescató de allí la arqueta de plata que contenía las sagradas formas. Al abrirla descubrieron que las tres hostias que guardaba se hallaban intactas y no así los corporales que estaban calcinados.
Las hostias fueron consumidas por el Obispo de la Diócesis D. Juan de Medina en 1498.
El Obispo D. José Esteban decretó en el segundo sínodo diocesano de 1602, que se celebrase el 31 de agosto como día de fiesta.
Desde entonces, la arqueta se sacaba en procesión atada a la custodia mediante una cinta los días de la fiesta hasta 1936, año en el que desapareció por los desmanes que profanaron las iglesias de Alicante.
Así lo confirma el testimonio de Don Federico Sala, antiguo párroco de San Nicolás, y que conoció de cerca estos hechos al estar en 1936 en Santa María.
Las dimensiones de la arqueta eran: 98x54x25 milímetros. Estaba adornada con caracteres góticos y se leía el anagrama de Jesucristo. En el interior se veía ennegrecido el redondel que dejaron las siluetas de las sagradas formas.
Esta tradición, con el paso de los años se ha perdido para la ciudad de Alicante.
No hay comentarios:
Publicar un comentario