Este día es una oportunidad que la Iglesia nos da para recordar que Dios nos ha llamado a todos a la santidad. Que ser santo no es tener una aureola en la cabeza y hacer milagros, sino simplemente hacer las cosas ordinarias extraordinariamente bien, con amor y por amor a Dios. Que debemos luchar todos para conseguirla, estando conscientes de que se nos van a presentar algunos obstáculos como nuestra pasión dominante; el desánimo; el agobio del trabajo; el pesimismo; la rutina y las omisiones.
Se puede aprovechar esta celebración para hacer un plan para alcanzar la santidad y poner los medios para lograrlo:
¿Como alcanzar la santidad?
- Detectando el defecto dominante y planteando metas para combatirlo a corto y largo plazo.
- Orando humildemente, reconociendo que sin Dios no podemos hacer nada.
- Acercándonos a los sacramentos.
Un poco de historia
La primera noticia que se tiene del culto a los mártires es una carta que la comunidad de Esmirna escribió a la Iglesia de Filomelio, comunicándole la muerte de su santo obispo Policarpo, en el año156. Esta carta habla sobre Policarpo y de los mártires en general. Del contenido de este documento, se puede deducir que la comunidad cristiana veneraba a sus mártires, que celebraban su memoria el día del martirio con una celebración de la Eucaristía. Se reunían en el lugar donde estaban sus tumbas, haciendo patente la relación que existe entre el sacrificio de Cristo y el de los mártires
La veneración a los santos llevó a los cristianos a erigir sobre las tumbas de los mártires, grandes basílicas como la de San Pedro en la colina del Vaticano, la de San Pablo, la de San Lorenzo, la de San Sebastián, todos ellos en Roma.
Las historias de los mártires se escribieron en unos libros llamados Martirologios que sirvieron de base para redactar el Martirologio Romano, en el que se concentró toda la información de los santos oficialmente canonizados por la Iglesia.
Cuando cesaron las persecuciones, se unió a la memoria de los mártires el culto de otros cristianos que habían dado testimonio de Cristo con un amor admirable sin llegar al martirio, es decir, los santos confesores. En el año 258, San Cipriano, habla del asunto, narrando la historia de los santos que no habían alcanzado el martirio corporal, pero sí confesaron su fe ante los perseguidores y cumplieron condenas de cárcel por Cristo.
Más adelante, aumentaron el santoral con los mártires de corazón. Estas personas llevaban una vida virtuosa que daba testimonio de su amor a Cristo. Entre estos, están san Antonio (356) en Egipto y san Hilarión (371) en Palestina. Tiempo después, se incluyó en la santidad a las mujeres consagradas a Cristo.
Antes del siglo X, el obispo local era quien determinaba la autenticidad del santo y su culto público. Luego se hizo necesaria la intervención de los Sumos Pontífices, quienes fueron estableciendo una serie de reglas precisas para poder llevar a cabo un proceso de canonización, con el propósito de evitar errores y exageraciones.
El Concilio Vaticano II reestructuró el calendario del santoral:
Se disminuyeron las fiestas de devoción pues se sometieron a revisión crítica las noticias hagiográficas (se eliminaron algunos santos no porque no fueran santos sino por la carencia de datos históricos seguros); se seleccionaron los santos de mayor importancia (no por su grado de santidad, sino por el modelo de santidad que representan: sacerdotes, casados, obispos, profesionistas, etc.); se recuperó la fecha adecuada de las fiestas (esta es el día de su nacimiento al Cielo, es decir, al morir); se dio al calendario un carácter más universal (santos de todos los continentes y no sólo de algunos).
Categorías de culto católico
Los católicos distinguimos tres categorías de culto:
- Latría o Adoración: Latría viene del griego latreia, que quiere decir servicio a un amo, al señor soberano. El culto de adoración es el culto interno y externo que se rinde sólo a Dios.
- Dulía o Veneración: Dulía viene del griego doulos que quiere decir servidor, servidumbre. La veneración se tributa a los siervos de Dios, los ángeles y los bienaventurados, por razón de la gracia eminente que han recibido de Dios. Este es el culto que se tributa a los santos. Nos encomendamos a ellos porque creemos en la comunión y en la intercesión de los santos, pero jamás los adoramos como a Dios. Tratamos sus imágenes con respeto, al igual que lo haríamos con la fotografía de un ser querido. No veneramos a la imagen, sino a lo que representa.
- Hiperdulía o Veneración especial: Este culto lo reservamos para la Virgen María por ser superior respecto a los santos. Con esto, reconocemos su dignidad como Madre de Dios e intercesora nuestra. Manifestamos esta veneración con la oración e imitando sus virtudes, pero no con la adoración.
viernes, 31 de octubre de 2014
martes, 28 de octubre de 2014
CONFERENCIA: FE, CULTURA Y TRADICIÓN
Al hablar de Semana Santa y de hermandades y Cofradías, tres son las características que interaccionan en este tipo de colectivos: la Fe, la Cultura y la Tradición .
Ninguno de estos tres elementos hay que analizarlo por separado, los tres forman una amalgama que caracterizan lo que se denomina, o viene a denominarse, Piedad Popular o Religiosidad Popular.
“Por religiosidad popular, en los países que han sido tocados por el evangelio, se entiende generalmente la unión de la fe y de la piedad cristiana, por una parte, con la cultura profunda y formas de la religión anterior de las poblaciones, por otra.
“Se trata de esas devociones muy numerosas en que los cristianos expresan su sentimiento religioso en el lenguaje simple, entre otros, de la fiesta y de la peregrinación, de la danza y del canto”. 1
Desde las primeras comunidades cristianas, siempre ha existido esta forma de vivir el mensaje de Jesús, de manera sencilla y cotidiana, haciéndolo realidad en el día a día, buscando al Dios de la historia, cercano y partícipe de nuestra propia y personal historia de cada uno de nosotros, de nuestra familia, pueblo o sociedad.
Es por ello que la Iglesia lo valora. No hace falta remontarnos muy atrás en el tiempo. El punto de partida lo tenemos en el Vaticano II, en el documento Lumen Gentium, posteriormente en la Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi de Pablo VI. Juan Pablo II, tanto en su visita Ad Limina a los Obispos Franceses en 1982, como en las palabras pronunciadas en 1993 desde los pies de de la Virgen del Rocío.
“La religiosidad popular no es otra cosa que «una fe arraigada profundamente en una cultura precisa, inmersa hasta las fibras del corazón y en las ideas, y sobre todo compartida de modo amplio por todo un pueblo que es entonces pueblo de Dios».
La dimensión “popular” del cristianismo se origina en el Cenáculo de Pentecostés, cuando la Iglesia prorrumpió saliendo del pequeño círculo de los primeros discípulos.
El carácter “popular” del cristianismo es, en su visión, esencial porque expresa la catolicidad de la Iglesia.
La dimensión popular, presente desde los orígenes de la Iglesia – según el testimonio de los Hechos de los Apóstoles – constituye un don y una llamada a la que deben prestar atención sobre todo los Pastores que tienen la tarea de la guía y el discernimiento.
El propio Obispo de nuestra Diócesis, al celebrar el 450 Aniversario de la misma, afirma: “Enviados por Dios, salgamos. Anunciemos la Buena Noticia”.
Y esta Buena Noticia, la base del cristianismo, no es otra cosa que aquello que, Hermandades y Cofradías, testimonian: la pasión, Muerte y Resurrección del Maestro.
Palabras que hemos oído constantemente en boca del Papa Francisco y, que me congratulo que hagan suyas la Junta Mayor, tal como expreso Alberto Payá hace unos días públicamente: “abrir las puertas y sacar la Iglesia a la calle. Esto está en nuestra propia identidad. Somos Iglesia.
Con esta rotundidad debemos plantearnos quienes somos, de dónde venimos, dónde estamos y a dónde queremos ir.
Las expresiones de la piedad popular han sobrevivido a las numerosas predicciones de su desaparición, que la modernidad y los progresos del secularismo parecían garantizar. En muchas regiones han conservado e incluso aumentado el atractivo que ejercían sobre las multitudes.
Muchas veces se han denunciado las limitaciones de la piedad popular. Consisten en un cierto simplismo, fuente de diversas deformaciones de la religión, en concreto de supersticiones. Se permanece en el nivel de manifestaciones culturales sin que una verdadera adhesión de fe y la expresión de esta fe se comprometan en el servicio del prójimo. La piedad popular, mal orientada, puede conducir incluso a la formación de sectas y poner así en peligro la verdadera comunidad eclesial. Ulteriormente tiene el peligro de ser manipulada sea por poderes políticos sea por fuerzas religiosas extrañas a la fe cristiana.
La conciencia de estos peligros invita a practicar una catequesis inteligente, que estime los méritos de una piedad popular auténtica y que sea, al mismo tiempo, capaz de discernimiento. Una liturgia viva y adaptada está igualmente llamada a jugar un gran papel en la integración de una fe muy pura y de las formas tradicionales de vida religiosa de los pueblos. Sin duda alguna, la piedad popular puede aportar una contribución insustituible a una antropología cultural cristiana que permitiría reducir la distancia, a veces trágica, entre la fe de los cristianos y ciertas instituciones socio-económicas de orientación muy diferente que rigen sus vidas diaria.
1. ¿Quienes somos?
Somos discípulos de Cristo, del Mesías, del Maestro, de Jesús de Nazareth. Con plena y absoluta libertad decidimos profesar la fe de los Apóstoles. Con plena y absoluta libertad fuimos bautizados en la fe de la Iglesia, con plena y absoluta libertad ratificamos este compromiso al recibir al Espíritu Santo y, con plena y absoluta libertad, públicamente lo manifestamos cada vez que pronunciamos el Símbolo de los Apóstoles: el Credo. Creemos, y somos miembros, de Una, Santa, Católica y Apostólica Iglesia.
Con libertad en su día, decidimos unirnos a otro grupo de cristianos en comunidad. De ahí que nuestras Hermandades y Cofradías son, “públicamente”, presencia de la Iglesia de Jesús y testimonio en medio de una sociedad.
“Existen en la Iglesia asociaciones distintas de los institutos de vida consagrada y de las sociedades de vida apostólica, en las que los fieles, clérigos o laicos, o clérigos junto con laicos, trabajando unidos, buscan fomentar una vida más perfecta, promover el culto público, o la doctrina cristiana, o realizar otras actividades de apostolado, a saber, iniciativas para la evangelización, el ejercicio de obras de piedad o de caridad y la animación con espíritu cristiano del orden temporal”2
Pese a quien le pese, somos asociaciones públicas de fieles y “debemos estar erigidos canónicamente por el sucesor de los apóstoles en la diócesis si queremos promover el culto público en nombre de la Iglesia, y realizar el ejercicio de las obras de piedad o de caridad y la animación con espíritu cristiano del orden temporal”3
Tenemos tres fines atribuidos:
- El Culto Divino
- El de la caridad fraterna, obras de misericordia espiritual y material
- El de la santificación y perfeccionamiento espiritual, por oración
El objetivo general es el “trabajando juntos”, “fomentar una vida más perfecta” o “realizar otras actividades de apostolado”, lo que se realiza:
- “promoviendo el culto público”: dimensión litúrgica
- “la doctrina cristiana” (educación de la fe): dimensión profética
- “el ejercicio de las obras de piedad y/o caridad: dimensión diakónica
- “la animación del orden temporal”: compromiso cotidiano y social
- “otras iniciativas para la evangelización”
Somos Iglesia, actuamos en nombre de la Iglesia, hablamos en nombre de la Iglesia, por lo que la sintonía y unidad con la Iglesia y con su máximo pontífice en nuestra iglesia local debe ser total y absoluta. “Tu es Petrus, et super hanc petram aedificabo Ecclesiam meam”. ( Mt. 16, 18)
2.- ¿De dónde venimos?
Los judíos ya realizaban procesiones en Pascua, Pentecostés y las Fiestas de los Tabernáculos, y los primeros cristianos se reunían para llevar los cuerpos de los mártires hasta el Sepulcro.
Hay quien sitúa el origen en el siglo IV con el comienzo de la celebración del Vía Crucis.
Pero el momento en que aparecen lo podríamos fijar en el momento en el que la devoción y la contemplación a la imagen de Jesús se centra más en el hombre, sin dejar de lado su concepción divina. A grandes rasgos, podríamos decir que esto comienza a suceder durante el siglo XIII. Anteriormente, la devoción estaba fijada más en la concepción divina.
Se suele situar la figura de San Francisco de Asís como comienzo de ese nuevo acercamiento a Jesús. Su carácter humano se expresa desde su nacimiento hasta su Pasión y muerte en la cruz.
La Pasión se centra en esa capacidad de Cristo para sufrir el dolor, y el acercamiento al resto de la vida como un ejemplo de que es un hombre que crece y tiene necesidades. La influencia de Francisco de Asís se extiende a los siglos posteriores.
La Edad Media, es la de las asociaciones con diversas funciones, o lo que es lo mismo, la creación de gremios que por razones de dedicación a una misma actividad profesional o por simple necesidad de crear un colectivo que aproveche la fuerza del número de sus asociados para la defensa de unas necesidades bajo el espíritu de colectivo religioso. Son las llamadas cofradías gremiales, asociaciones o fraternidades que nacieron especialmente para cumplir funciones de ayuda mutua y asistencia ante las enfermedades y muy especialmente ante la muerte, asegurando a sus “asociados” o cofrades, un entierro digno y misas en memoria del alma del difunto, todo ello tan arraigado incluso hoy día en el colectivo español.
En el Concilio de Trento (1545-1564) el supremo magisterio eclesiástico da una respuesta al Protestantismo, supuso un afán de renovación interior de la Iglesia y entre sus enseñanzas más importantes se deben destacar: el estudio y determinación de la doctrina de la justificación, la práctica sacramental y la reforma de la Iglesia.
En las sesiones del 3 y 4 de diciembre de 1563: se anima a “las Imágenes de Cristo, de la Virgen Madre de Dios y de los Santos [...] tributarles el debido honor y veneración [...] Enseñen también diligentemente los obispos, que por medio de las historias de los misterios de nuestra redención, representadas en pinturas u otras reproducciones, se instruye y confirma el pueblo en el recuerdo y culto constante de los artículos de la fe”.
Las Cofradías fundadas tras el Concilio, incluyeron la penitencia de sangre o flagelantes. Son los frailes quienes mejor acogen y alientan esta nueva práctica de la disciplina pública, mientras que el clero secular no demostró mucho agrado a que las Hermandades radicaran en sus Iglesias. Las procesiones del siglo XVI son serias, sobrias y sin boato alguno, con una estación penitencial cargada de austeridad y que desde 1530 ya incorpora una dolorosa.
Habrá que esperar al Barroco para ser testigos de la eclosión artística de la Semana Santa, y todavía, muy lejos de la verdadera personalidad estética de las Cofradías, que se define en el siglo XIX y especialmente en el siglo XX.
Es cierto que las procesiones de Semana Santa, tal y como se realizan en España tienen una gran similitud con las celebraciones de “los triunfos romanos”.
La jerarquización es muy importante y se desarrolla de menor a mayor importancia. En Roma los cortejos imperiales comenzaban con los estandartes y la música para finalizar con el emperador divinizado. Algo similar ocurre en Semana Santa.
Lo primero que sucede es el anuncio de la procesión. En algunos sitios es el muñidor: una persona que va delante de la procesión tocando la campanilla o carraca, símbolo del paso de un lugar profano a un lugar sagrado. En otros lugares es la banda de cornetas y tambores la que a ritmo marcial va marcando la llegada de la procesión.
La procesión se inicia con la Cruz de Guía o la Cruz Parroquial. La cruz suele ir flanqueada por faroles guía o bocinas que anuncian su presencia. Tras ella, el estandarte de la Hermandad, que recuerda a los pendones romanos y posteriormente comienzan a aparecer los penitentes o nazarenos portando la luz: el camino hacia Cristo.
Van sucediéndose los pasos de la Semana Santa, precedidos por acólitos con ciriales o incensarios y en algunas ocasiones acompañan símbolos romanos, que muestran el poder político que en aquella época acompañó al Señor en su camino hacia el Gólgota.
Primera imagen, casi siempre, el paso del Cristo; tras él, el acompañamiento de la Virgen. Cierra la procesión la presidencia de la Hermandad o Cofradía y las autoridades civiles, que muestran así un importante grado de jerarquización.
3.- ¿Dónde estamos? ¿A dónde vamos?
La Semana Santa constituyen actualmente un hecho religioso o no, habiendo quienes las consideran exclusivamente un hecho cultural.
Yo soy de los que piensa que "es religioso todo aquello a través de lo cual buscamos a Dios o intentamos ponernos en relación con Él".
Búsqueda de Dios: a través de las imágenes y de la penitencia. El pueblo busca a Dios, de una forma colectiva, por medio de las imágenes que lo representan o de las que representan a sus más próximos: la Virgen y los Santos. Las imágenes representan lo que no pueden expresar las palabras.
Es una búsqueda directa y sencilla, no intelectual sino casi mística.
Es una búsqueda en la que lo experimentado, lo vivido, lo sentido, en definitiva, lo emocional, es fundamental.
Las cofradías y sus procesiones, por la facilidad con que llegan al público, ofrecen una vía de acercamiento a Dios a todo tipo de personas, incluidas aquéllas cuya única vivencia religiosa tiene que ver con las Cofradías de Semana Santa.
También ofrecen a la Iglesia una vía de penetración, ciertamente difícil, pero válida, para llegar a determinadas capas de la población en una sociedad muy secularizada.
"Desdeñar esta vía, resignarse a pastorear un rebaño sin mácula puede llevar a un error de fatales consecuencias".
El pueblo también busca a Dios a través de la penitencia, como medio de imitación del dolor de Jesús y su Madre, con el fin de obtener la santificación personal y la salvación.
El pueblo no busca un Dios distante, sino un Dios próximo, con el que se siente identificado porque experimenta vivencias humanas: dolor, sufrimiento, soledad...
La Semana Santa es:
Catequesis: las procesiones se convierten en un medio de instrucción religiosa del pueblo.
En la historia de los ritos religiosos populares, las procesiones ocupan un lugar muy importante. Están presentes en culturas antiguas (egipcia, griega, romana) y continúan en la tradición cristiana medieval. La fiesta del Corpus Christi, instituida por Urbano IV en 1263.
El objetivo de las procesiones penitenciales es la representación directa y popular de la Pasión fuera de los templos.
El paso es un elemento fundamental de las procesiones. Es la representación catequética de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, en una doble dimensión devocional y artística.
Las procesiones son una catequesis, fundamentalmente de tipo visual, en la que el pueblo comprende y se instruye en los misterios de la Pasión de Cristo y que ofrece, a quien quiere ver u oír, motivos de meditación.
El desfile procesional, hoy en día, es el resultado de una conjunción de muchos elementos: los pasos, con sus imágenes resaltadas por los tronos decoradas con artísticos frisos y cartelas, juegos de luces y velas, flores, el olor a incienso, la geometría de los capirotes, el colorido de hábitos, estandartes y guiones, el sonido de tambores, timbales, bombos, cornetas, y el canto de saetas.
Estos elementos, que varían en las distintas zonas geográficas y permiten que el conjunto sea, a la vez, igual y distinto a lo largo de los años, no son lo fundamental, sino simplemente el envoltorio del mensaje de la Pasión.
El desfile procesional es lo que se ve de la cofradía, lo que se ve en la calle, lo que llama la atención y, por qué no decirlo, lo que se alaba o critica, lo que despierta pasiones y lo que hace que los demás fines de las cofradías corran el peligro de que pasen desapercibidos.
Esta escenificación se convierte en tradición, que pasa de padres a hijos, de generación en generación y se ve reforzada por las predicaciones, estaciones o prácticas similares a cargo de sacerdotes y predicadores.
La capacidad de convocatoria de las cofradías, especialmente para las procesiones, a cofrades y público es evidente, lo que posibilita la actividad catequética y evangelizadora.
La Semana Santa es
Penitencia: La Iglesia enseña una doctrina de esperanza: no hay persona incapaz de arrepentimiento y de volver a empezar. La cofradía penitencial facilitaba ese "volver a empezar".
Las procesiones de las cofradías penitenciales surgen de la necesidad de hacer una imitación popular y meditación pública de la Pasión de Cristo. Son el reflejo de un sentimiento que impulsa a recordar, representar y recrear los hechos acaecidos en la primera Semana Santa y a unirse al sufrimiento de Jesús.
El pueblo trata de compartir el sacrificio del Hijo de Dios haciendo prácticas de penitencia como un acto expiatorio y como medio para obtener la santificación personal y la salvación.
Las procesiones de Semana Santa expresan dolor y penitencia. Contribuye a ello el horario nocturno (de noche o al alba), el anonimato de los penitentes, la severidad de su indumentaria y el recogimiento de los fieles.
El aspecto penitencial ha evolucionado desde unas formas cruentas a otras menos cruentas, más acordes con los tiempos actuales. Los hermanos de luz, de cruz , costaler, damas de mantilla... son los sustitutos de los antiguos flagelantes.
La Semana Santa es
Expresión de fe: las procesiones también son un reflejo de la fe del pueblo, condensada en símbolos, fe que, "necesita del aparato externo de unos ritos sagrados y de unas procesiones penitenciales para fructificar en algo".
Esta expresión de fe tiene un doble sentido: la manifestación de unas creencias y el sentimiento con el que la piedad popular, desde el anonimato, pretende simplificar y comprender la Pasión de Cristo, haciendo evidente al Dios en quien cree.
Esta fe, no siempre ha sido bien entendida, pudiendo derivar en una seudoidolatría, superstición o manifestación cuasipagana, por la falta de una verdadera formación religiosa, que todavía persiste y que puede convertir a una determinada imagen en un amuleto o fetiche.
Semana Santa es
Oración comunitaria: Las procesiones provocan el recuerdo de Dios de una manera simultánea en los que se sienten atraídos por ese envoltorio con que las cofradías escenifican el mensaje de la Pasión.
Las cofradías de Semana Santa son un tipo de asociaciones que, pese a sus altibajos a lo largo de los siglos, han logrado llegar a la frontera del tercer milenio en una de sus fases más espléndidas.
A lo largo de su historia han sabido superar dificultades de diversa índole que han conllevado o bien oscilaciones en su actividad e implantación o bien desapariciones; pero su espíritu es recurrente, de forma que unas han reaparecido, otras se han reactivado e incluso se han fundado otras nuevas.
El fondo religioso de las cofradías de Semana Santa -siempre aparecen alrededor de una imagen, que inspira gran devoción y con la que el devoto se identifica- ha permanecido, posibilitando su persistencia o recurrencia.
¿A qué se debe el éxito del movimiento cofrade? En mi opinión, las cofradías poseen unas características que lo explican:
entender por todo tipo de gentes, sencillas o cultas, rurales o urbanas. Una imagen vale más que mil palabras.
La actividad (preparativos, desfile, competitividad) favorece la participación.
Su espíritu tribal les lleva, incluso, a competir con sus vecinos, procurando que su imagen, su procesión, sea la mejor, la más "espectacular", la que tiene mayor capacidad de convocatoria (competitividad).
Existe el peligro latente de que la imagen acabe convirtiéndose en un ídolo o en un fetiche y de que el espíritu tribal eclipse la faceta religiosa.
CONCLUSIÓN:
|
Pablo VI en su encíclica Evangeli Nuntiandi afirma: «La piedad popular es rica también en muchos bienes. Pues muestra una sed de Dios que sólo pueden experimentar los sencillos y pobres de espíritu; da a los hombres la capacidad de darse y entregarse hasta el heroísmo, cuando se trata de confesar la fe. Trae consigo un fino sentido para poder percibir los atributos inefables de Dios: a saber, su paternidad, providencia, la presencia de su amor perpetuo y benevolente. Engendra en el interior del hombre tales actitudes que difícilmente pueden encontrase semejantes o iguales: a saber, la paciencia, la conciencia de que la cruz ha de ser llevada en la vida diaria, el desapego, la abierta aceptación de los demás, la observancia de las obligaciones»
Las cofradías y las procesiones han sido y son una forma de religiosidad popular que, aunque en ellas lo externo puede destacar más que lo interno y la forma llamar más la atención que el fondo, ha sido fácilmente comprendida y ha facilitado el encuentro del hombre de la calle con Dios.
Las cofradías han sido y son como pirámides, con una base (los fieles), con múltiples facetas o caras (religiosa, cultural, antropológica, histórica, artística, folclórica, económica...), con múltiples aristas (sentido tribal, seudoidolatría, rivalidad, vanidad...) pero con un vértice (vivencia religiosa) que apunta hacia lo alto.
Mucha gente, voluntariamente, sigue eligiendo pertenecer a una cofradía de Semana Santa, especialmente entre los jóvenes. En ella, puede que busquen y encuentren amigos, diversión, integración, protagonismo,... pero quizá algo más, algo que sólo encuentran en este tipo de entidades.
Una persona hace penitencia de forma anónima y anual, desfilando, cargando una cruz, o levantando un pesado trono etc.
Me cuesta creer que lo haga, año tras año, por atraer turistas, por protagonismo, por diversión. Todo eso lo puede hacer en otras asociaciones. ¿No será que, consciente o inconscientemente, busca algo más? ¿No serán las cofradías los renglones torcidos con los que Dios escribe?
Hagamos que el vértice de la pirámide apunte hacia Dios.
1 III Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, Puebla. La Evangelización en el presente y en el futuro de América Latina (Madrid, BAC, 1979) 188.
lunes, 13 de octubre de 2014
Suscribirse a:
Entradas (Atom)